Esas manos temblorosas,
abiertas en espera de otras manos,
sufren.
Manos viejas, arrugadas,
ásperas y frágiles, cansadas.
Esas manos enlazadas,
sudorosas, portadoras de tu sino
escrito en cada una de las palmas.
Esas manos que acarician,
que golpean, que aprietan,
aflojan, rascan, reciben y dan.
Esas manos que hablar pudieran,
que ver debieran,
son esclavas de su propia soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario